Para quienes pretendan conocer en profundidad el sur de Gredos, les resultará imprescindible entender la vida de los cabreros en plena naturaleza, su peculiar cultura, su apego a las tradiciones: conviviendo con una joven pareja de cabreros entenderemos sus especiales señas de identidad.
"Los cabreros no son hombres, que son ángeles del cielo…" eso dice el folklore candeledano, y siendo ángeles del cielo deberemos iniciar nuestra ruta subiendo un empinado camino hacia el paraje de Los Zarzalejos.
Allí repondremos fuerzas, asomados a un paisaje que se extiende, desde nuestros pies, hasta muchos kilómetros en la lejanía. En este terreno próximo se gestó el origen medieval de Candeleda.
Volveremos a nuestro camino y, ya en la majada asistiremos al ordeño de las cabras y a la rutina cotidiana de unos cabreros; las cabras al monte, la leche a la quesera, origen de uno de los más genuinos productos de Gredos: el queso de cabra.
A la bajada una reparadora comida, en torno a un horno tradicional de leña, nos deleitará con un estupendo y variado asado, aunque antes habremos de saborear las migas, las patatas revolconas, las carillas… para concluir con un postre de queso con miel o pimentón.
Con los pobladores medievales llegaron también las abejas. Fue tan importante la producción de miel en esta zona de sur de Gredos que llegó a dar nombre a una población: El Colmenar de las Ferrerías. Candeleda fue también un centro de producción de miel y, todavía en el siglo XVIII, se mantenían más de dos mil colmenas en los montes de la localidad. Ahora esa cultura de las abejas y la miel, el único endulzante hasta la llegada del azúcar como producto ultramarino, la conoceremos y disfrutaremos en el Museo de las Abejas en el que observaremos con total seguridad a estos laboriosos insectos. Ver a las abejas actuando libremente en su medio natural, lo hace único en su género a este original museo vivo.